N demite, el Día de Muertos dentro de comunidades Otomies

 

Agencia MVT / Luis Rodríguez

SAN CRISTÓBAL HUCHOCHITLÁN, México,  2 de noviembre del 2017.-Son las 12 de la noche y Emanuel Ricardo Ramírez, originario de San Cristóbal Huichochitlán, se prepara para salir con su familia a realizar las tradicionales velaciones en el panteón de la localidad para recordar a sus seres queridos.

Su casa se encuentra enmarcada por un camino de pétalos de Ndeni anima( flor de cempasúchil), el destino, una ofrenda compuesta por tamales, bebida, pan típico de la región, carne seca, así como frutos y las características flores que engalanan el Día de Muertos y que recibirán a sus difuntos.

Ricardo, previo a su salida en la que pasaran toda la madrugada en las tumbas de sus abuelos, se tomó un tiempo para describir de qué manera el poblado ubicado al norte de la capital mexiquense, lugar de otomíes, celebra esta importante fecha, que para su gusto, es de las más trascendentales en su comunidad.

El joven relata que los otomíes no celebran el Día de Muertos, ellos celebran el N demite (espera), festividad que se festeja 2 veces al año, iniciando el 28 de septiembre, día de San Miguel, momento para recordar a “los muertos chiquitos”, para,  posteriormente, recibir a “los muertos grandes” el 1 y 2 de noviembre, pero también, generan ofrendas para aquellos fallecidos por algún accidente, esto el 30 de octubre.

“Estas dos fechas son muy significativas, nosotros esperamos a los que se han ido en la comunidad otomí, recibimos y esperamos a nuestros abuelos, a aquellos que ya han fallecido como siempre, con la vida en plenitud, no viéndolos como esqueletos, problema que llegó con José María Posadas, quien ilustra el Día de Muertos con calaveras de colores, es muy bonito, pero se aleja de la realidad indígena”

Ricardo consiente de la interpretación que se ha dado a estas fechas, con catrinas y catrines, explicó que recuerdan a sus abuelos como si estuvieran en vida; “nos llevaban a arar la tierra, a cosechar, a trabajar, pero siempre fuerte, el abuelo cuando se tomaba sus copas y a veces se le pasaban, así lo esperamos, por eso le ponemos su cerveza, su pulque, su refresco”.

A pesar que muchos suelen mostrar tristeza en estas fechas, la familia Ramírez retoma el día para celebrar con un gran banquete, ofrecen taco a sus familiares con la ofrenda, para salir al panteón  en punto de las 2:00am:

“Mi madre me dice vámonos, vamos a ir a dejar a tus abuelos, ellos ya se tienen que regresar al panteón, llévate las velitas, llévate la flor, vamos y  levanta a tu hermana Belén, a tu hermano Josué, dejaremos a tu abuela Sofía y a tu abuelo Santiago “.

Al llegar al campo santo, la familia riega la tierra donde se encuentran los  restos de su árbol genealógico, adornan con la flor más linda; “la más amarillita, la más blanquita, la más abierta voluptuosa”, explicó, para posteriormente, encender una fogata, prender las velas y estar pendientes que nunca se apaguen.

En la tumba, generan algunas oraciones en otomí, rezos aprendidos en la parroquia, incluso poemas de Nezahualcóyotl encaminados a recordar, ya que desde su particular punto de vista “permanecemos más tiempo muertos que vivos”.

Ricardo cuenta con 27 años y desde que tiene memoria realiza esta práctica milenaria, no como una obligación, sino como un gusto, y resaltó  que sus padres comienzan los preparativos con gran anticipación, sobre todo en la cuestión del banquete para el 2 de noviembre, donde indicó que lo característico de la comunidad son los tintes gastronómicos.

“No he visto en otro lugar la carne seca de res que se prepara con mole y col, esta se agusana al deshidratarse, y a veces,  cuando se sirve posteriormente al 2 de noviembre, en algunos casos todavía lleva gusanos, larvas  ya cocinadas”

Ya entrando al panteón, el misticismo, la tradición y  el ambiente de fiesta se huele, el camino previo es un mercado donde se ofertan infinidad de productos, y la luminosidad de la cera al calcinarse se observa desde metros atrás, acompañada de humo, olores a carbón mezclados con copal.

Las familias vienen y van, infantes, personas mayores, jóvenes y distintas generaciones se dan cita en el panteón, todas realizan prácticas similares a la familia de Ricardo, aunque algunos observan a sus difuntos de diferente manera, con risas, con música, con lamentos, pero la finalidad es la misma, esperar a sus allegados.

Algunos relatan historias, otros se hacen acompañar de un buen trago, algunos prefieren dar una pequeña siesta, pero el colorido y la vida que retoma el recinto es inigualable, el espacio es enorme, la multitud asombra,  y aunque para Ricardo han cambiado los procesos conforme avanza el tiempo, aseguró que esta festividad no morirá, trascenderá y subsistirá gracias a las nuevas generaciones.

 

 

Viernes 19 de Abril del 2024 1:58 pm