Empoderamiento femenino a través de la gastronomía mexicana

La cocina ha sido una firme actividad de esfuerzo, de oportunidades para valorizar la capacidad de creación que se tiene en las manos de madres, hijas, hermanas y mujeres todas.
La cocina ha sido una firme actividad de esfuerzo, de oportunidades para valorizar la capacidad de creación que se tiene en las manos de madres, hijas, hermanas y mujeres todas.

Agencia MVT / Aranxa Solleiro

El sistema patriarcal, la clave idónea para representar la fuerza impuesta hacia grupos varoniles, la reducción de actividades realizadas por mujeres, bajo el entendido de minorizar su capacidad, fortaleza y creatividad.

Toluca, México 27 de mayo 2021.- La primera cocinera reconocida en el mundo fue la francesa Eugénie Brazier, destacando entre humos danzantes dentro de su cocina para recrear recetas de la gastronomía afamada del país, casa de la Torre Eiffel de Stepehn Sauvestre. Sin embargo, cruzando el océano Bernal Díaz del Castillo, relataba en su “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, que el emperador Moctezuma, se regocijaba de los manjares creados por las manos de las mujeres que cohabitaban el territorio.

Ellas, entusiastas de la riqueza dadivosa de la tierra en donde nacieron, utilizaban ingredientes peculiares entregando sabores, texturas y olores exquisitos que emancipaban a la identidad de los pobladores. “Como México no hay dos” y como su gastronomía tampoco, el reconocimiento ante el mundo fue un tanto aletargado, pues hasta el 2010, la Organización de las Naciones Unidas reconoció a la comida mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

La mujer mexicana, por supuesto, ha sido un pilar cardinal de lo que ha nutrido a la población durante generaciones, sabiéndose apropiar de los recursos que les den el beneficio de hacer presencia en un mundo con limitaciones, especialmente aquellas que pertenecen a espacios rurales, donde la organización de grupos sociales coloca en alto a los varones, generando imposiciones de poder.

Por ello, la cocina ha sido una firme actividad de esfuerzo, de oportunidades para valorizar la capacidad de creación que se tiene en las manos de madres, hijas, hermanas y mujeres todas. La resignificación de un cuerpo constantemente debilitado por agentes perpetradores.

La cocina ha sido por años considerado el lugar como zona de trabajo y al mismo tiempo de refugio, por lo tanto, estar en ella proporciona a las mujeres la sensación de pertenecer a un orden social, dicho esto, surge la importancia de resignificarlo y generar una zona de crecimiento personal junto a otras mujeres, que, al igual que muchas, también reflexionan sobre su rol de madres y esposas, el cual implica, no solo las responsabilidades domésticas, sino la obligación de llevar un sustento económico a su hogar.

El empoderamiento y desarrollo de sororidad entre mujeres cocineras, sean profesionales o domésticas, impulsa una perspectiva de valorización ante comunidades que han sido desplazadas y reducidas ante solo un sistema de trabajo cotidiano, sin contemplar los esfuerzos que implementan en su día a día.

La gastronomía mexicana, ha sido reconocida gracias a las recetas que se han fraguado en las familias, preservando tradiciones que fortalecen la unión de la población, como ejemplo se encuentra uno de los primeros recetarios de comida mexicana, escrito por Sor Juana Inés de la Cruz en sus años de confinamiento en el convento de San Jerónimo, dentro de él, en la cocina, pasaba sus días de penitencia y castigo, impulsando por ende a la creación y la conservación de la memoria de la preparación de alimentos realizados por las monjas.

El ejemplo de la emancipación femenina por una actividad que debía ser vista como obligación, ha creado la reflexión sobre la relevancia de una revalorización de la producción gastronómica, la aportación de la mujer hacia ésta y la transmisión de conocimientos que preservan tradiciones y costumbres del país.

Sábado 20 de Abril del 2024 1:01 am