Señores yo soy del rojo desde la cuna. Que vamos a salir campeones no tengo duda. Hace mucho tiempo que la vuelta yo quiero dar, este año los rojos no me pueden fallar. Dale, dale ro… Dale, dale ro… Dale, dale ro
Agencia MVT / María del Socorro Castañeda Díaz
Ya hace un año que en Toluca hay una gran simbiosis entre el equipo de fútbol y la gente de la ciudad.
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Pareciera que de un tiempo a la fecha, hay una razón mucho más poderosa que los resultados para ir al estadio. Es socializar y apoyar a los Diablos, es llenar el estadio de ruido y de color y confirmar que la de Toluca es quizá la mejor afición de México.
En la.capital mexiquense hoy se está cumpliendo uno de los principales fundamentos del fútbol como parte de la cultura de masas: funcionar como detonador de un sentido de identidad que tiene en sus jugadores un punto de referencia y se uniforma a través de los cánticos que ya no son sudamericanos: son tolucos y pertenecen a quienes en la tribuna olvidan las diferencias y se unen para decir que todos son Rojos desde la cuna, aunque las cunas sean muy diferentes.
Los nuevos héroes
Si en la antigua Roma los gladiadores protagonizaban el espectáculo favorito de los ciudadanos romanos e influenciaban a la población haciendo que por unas horas olvidaran sus quehaceres y preocupaciones para acudir a presenciar los combates, hoy son los futbolistas los encargados de cumplir la misma misión.
Y al Toluca no le faltan figuras que se han vuelto símbolos, específicamente Tiago Volpi, el portero que lleva cuatro penales anotados y es la adoración de los asistentes al estadio, o Maxi Araújo, joven y atractivo, además de efectivo en la cancha, o Marcel Ruiz, recientemente convocado a la Selección Nacional.
Son ellos los héroes a los que la porra dedica ese “Rojo de mi vida” que hace retumbar el estadio, son los que emocionan y apasionan, aunque en realidad podrían dejar el equipo mañana y serían sustituidos de inmediato por nuevas figuras.
Porque en el equipo los héroes van de paso, y pocos (como Pereda, Cardozo y compañía) se han quedado para siempre en el Olimpo toluqueño.
Asisten al estadio los Del Rojo desde la cuna
Pero volviendo a la magia que sigue creciendo en el inmueble de Constituyentes, no se pueden pasar por alto los rituales que se viven cada vez que hay partido: comer y beber en el estadio y sus inmediaciones es quizá uno de los más significativos ante una oferta gastronómica que incluye tacos, huaraches y choripanes y la posibilidad de tomar una cerveza tradicional o cualquiera de sus variantes que incluyen desde el clamato hasta las gomitas.
En realidad cada una de las actividades que se han vuelto parte de una tradición que se arraiga cada día más es un detonante de la economía que trae beneficios a la ciudad.
Presenciar el partido desde cualquier ángulo es una experiencia que vale la pena, con tal de ver la alegría de las barras. Seguramente los aficionados de cualquier escuadra dirán lo mismo, pero no cabe duda que quienes siguen al Toluca destacan por su capacidad de saltar, gritar y mantener un maravilloso ambiente en el estadio sin importar quién sea el contrario, sin que el motivo principal para animarlos sea el resultado.
Hoy por hoy puede decirse que el Rojo es uno de los principales elementos de identidad de la ciudad. Por muchas razones, una institución de más de 100 años que no sólo busca mantener su arraigo sino que pone en marcha estrategias efectivas para mostrarse como uno de los elementos esenciales de la ciudad merece todo el reconocimiento.
Ojalá que el balón siga rodando a su favor y que el premio para la lealtad de los aficionados, Del Rojo desde la cuna, sea obtener pronto el sueño que los lleva cada vez a pintar de entusiasmo el graderío: la onceava.