San Andrés Cuexcontitlán, el pueblo otomí de autoconsumo

Agencia MVT / Filiberto Ramos

TOLUCA, México, 28 de Mayo del 2017.- Entre calles empolvadas que se arremolinan con la tierra que levantan los vientos, el sincretismo de lo que llegó de fuera y las estampan contrastables entre lo urbano y lo rural, sobrevive la comunidad otomí de San Andrés Cuexcontitlán, un pueblo de Toluca que aún practica el autoconsumo.

Hace cinco décadas –aún en el siglo pasado– los molinos para maíz predominaban y se formaban largas hileras de mujeres con cubetas para moler el nixtamal. Eso aún lo recuerda Lucía, una mujer otomí de 65 años.

La mujer trae a su memoria que hace unos años para acá aparecieron las tortillerías, donde incluso se vende masa y obliga a la desaparición de las tortillas hechas a mano.

«Ya es difícil mantener un terreno porque pagar peones y tractor es caro, pero así hemos sobrevivido toda la vida y el maicito es muy bueno, nos ha alimentado siempre», explicó.

Ubicada en la zona norte, la delegación de San Andrés colinda con otras de raíces otomís, como San Pablo y San Cristóbal, que son más pobladas pero también de las más abandonadas por los gobiernos.

En esta parte de Toluca, los habitantes sobreviven de actividades como el comercio, la producción de artesanías y una gran mayoría vive de lo que siembran y cosechan del campo por temporada.

Alberto Becerril, campesino desde los siete años y esposo de Lucía, dice decepcionado que las pocas veces que ha acudido a la oficina delegacional para beneficiarse con el abono (fertilizante), los han hecho esperar por horas y al final no le han dado nada.

Sin embargo, refiere que los 8 a 10 costales que le dejan sus dos únicos terrenos, le alcanzan para tener maíz la mayor parte del año, en lo que pasan las secas y vuelven a sembrar. Sus cosechas las ocupan en su mayoría para el autoconsumo.

“Desde que se levanta la cosecha en octubre, primero este pedacito lo empezamos a barbechar, se tumba el zacate, luego ya en un mes se vuelve a preparar la tierra, la dejamos libre un rato porque eso lo hace el tractor y sale caro, en mil quinientos y los que tienen terreno grande, pagan hasta siete mil pesos”, enumera el campesino, hace una mueca de desesperanza y continúa su plática.

Esta mañana los campesinos salían a sus quehaceres con morral en mano, ahí se les abordó frente a un zaguán de madera que sirve como tranca y contiguo a una cerca hecha de piedra, donde está su terreno de siembra. Su poco patrimonio.

Como suelen ser las personas de las zonas rurales, Lucía y Alberto son amables, no ven desconfianza en los extraños que los abordan, incluso invitan a pasar a su casa, que tiene dos patios, uno de ellos para sembrar y el otro para desgranar la mazorca. El panorama es humilde, pero hogareño.

De acuerdo con Juliana Arias Calderón, defensora comunitaria de Derechos Humanos en la entidad y originaria de San Andrés, hasta 1990 la gran mayoría de la comunidad era autosuficiente, los cultivos de milpa, frijol y hortalizas predominaban, sin embargo los programas sociales del gobierno han orillado a un proceso de dependencia o subsidio.

“Las familias en donde hay adultos mayores es donde predomina el autoconsumo, y en las periferias de la delegación, pero las familias jóvenes ya no producen, son a quienes enganchan con los programas sociales”, precisó la promotora.

Ante la amenaza de que muchos productos de la canasta básica que se traen de Estados Unidos van a encarecer por el efecto Trump, Lucía sin entender del todo el tema, se muestra poco preocupada con la pregunta de sí le afectará.

-¿Y ahora con el nuevo presidente de Estados Unidos que amenaza con vender más caro a los mexicanos, le preocupa?

-Pos’ me preocupa más que aquí no nos ayuden, que a los pobres siempre nos ignoren, por eso no dejo de simbrar mi maicito, -contestó la otomí, quien es parte de ese sector rural de autoconsumo, a donde se comienzan a fijar los ojos de los economistas del país.

Lunes 13 de Mayo del 2024 6:11 pm