Salvador, hace 10 años asaltaba para la Santa Muerte, ahora predica para Dios

Agencia MVT/ Filiberto Ramos

TOLUCA, México, 10 de Junio del 2017.- Yo antes robaba y vendía droga para Santa Muerte, pero conocí a Dios y él me salvó -dice seguro Salvador, un exconvicto y ex drogadicto, que sobrevivió al mundo de la droga y el narco.

Con llaveros de plástico en mano, que oferta a diario en los camiones del transporte público de Toluca, Chava, como lo conocen en la casa Hogar Belén, vende y predica a los usuarios, da su testimonio de haber vencido el mal, como él lo dice.

En su vida rutinaria, subió a la unidad 390 a ofertar por unas monedas, como lo hace a diario en todas las rutas para atraer recursos a la casa hogar Belén.
-Yo a estas horas ya andaba borracho, llevaba cuatro pases de cocaína, tres churros de mota y ya había asaltado, -Pregona Salvador, sin pena de su pasado, pero tampoco orgulloso. Fue de la mafia, era narcomenudista.
Hace 10 años, su vida estaba en las calles, con la «mona», «el chupe» y los «cristalazos» que daba con su flota en los alrededores del centro de Toluca, todos oriundos del Calvario, donde creció y se hizo adicto a la droga y a delinquir.

“Yo dormía en el panteón de Santa Ana, ahí me apilaba unos cartones, solo soñando cómo iba asaltar con una pistola de lado”, dijo.

Su vida como pasa en los casos de desintegración de la familia, fue de vivir pleitos que llegaban a golpes, de crecer en la pobreza y en el vicio.

«En la prepa me descarrilé, me iba con los amigos y de repente me junté con gente que se dedicaba a la venta de marihuana, yo había veces que no llegaba a mi casa en una semana, luego ya no regresé nunca, me quedé a vivir en la calle», recuerda Chava, con su mirada esquelética y sumida que le dejaron los inhalantes y la cocaína.

-Mire, yo vengo de una casa hogar, donde salimos adelante con ayuda de Dios, ahora en vez de causarles miedo, vengo a ofrecerles la palabra del Señor! -predica el exconvicto, con su fe renovada en el camión 390 donde subió esta mañana.

Cuenta que a los 18 años luego de la vida del crimen que llevaba robando autos, dando cristalazos y asaltando en las calles, cayó al penal estatal de Santiaguito, donde conoció su verdadero infierno, pero también a su Dios.

«Ahí me hice más criminal, narcomenudista para la bandota, todos adorábamos a la Santa Muerte me la tatué como una ofrenda, revela Salvador, apuntando a su espalda, donde lleva tatuada la figura de la “niña blanca” (Santa Muerte).

“Un día se me apareció, pero no era lo que yo pensaba, me traía solo dolor y tristeza, yo le decía a los compañeros de celda que me mataran, de tanto miedo que me daba cuando se me aparecía”.

Los años en Santiaguito, por contradictorio que parezca, lo sumieron más en los vicios, se hizo adicto a la piedra, sirviente del narco que operan en las cárceles mexicanas.

“Ahí conocí la maldad en su esplendor, lo que es un homicidio, una violación, incluso miré cuando lo hacían, apuñalados veinte veces, era un chavito de 18 años y mi maldad se desató”, confesó Chava, casi a punto del llanto, aunque se dice ahora perdonado por su Dios, a quien se ofreció para reivindicar su vida, ayudando a otros igual a él.

Duró cinco años encerrado, y por azares de la vida conoció a sus primeros compañeros de religión, con quienes convivió en la misma celda y por “un milagro”, según dice, le hicieron cambiar su vida.

Su buena conducta y alejarse de las mafias de Santiaguito, le hicieron que le perdonaran dos años, así cumplió cinco años de condena y fue puesto en libertad condicional. Recuperó su vida y su libertad.

Actualmente tiene a su esposa y dos mascotas que forma su vida y su hogar, así todos los días usa parte de su tiempo para acudir a la casa hogar Belén, ubicada en Santa Cruz Atzcapozaltongo, donde hay otros igual a él.

Les ayuda vendiendo en los camiones las lámparas, como una forma de reivindicarse con la vida y la sociedad a la que transgredió.

«Yo conocí a Dios, él me salvó y me llevó a conocer a mi esposa, a la que amo, y ahora trabajo con honestidad y me siento feliz por eso», reconoce Salvador parado en una de los cruceros donde vende su mercancía.

Es su primera entrevista, dice, la primera vez que charla sobre su vida, aunque con un acento casi de pregonero profesional, claro y seguro en el hilo de sus palabras, él sube a los camiones y entre los tumultos de extraños de pasajeros se deja escuchar su historia.

-¡Hoy no robo, no me drogo, hoy no vengo a ofenderte, vengo a bendecirte! –Repite.

 

Viernes 19 de Abril del 2024 7:15 pm