Editorial

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Lamentable, pero obvio

 

 

Lo ocurrido el viernes anterior en la ciudad de París, Francia, no es deseable para nadie. Se trató de un evidente acto de terrorismo que pone al relieve, una vez más, la capacidad destructiva de los seres humanos.

Sin embargo, ese cruel suceso deja de manifiesto que las leyes de la física siempre se cumplen, tanto en el terreno de la naturaleza como en la convivencia humana.

Cada hecho en esta vida tiene una causa y un efecto, y lo de París no es obra de la generación espontánea, por el contrario, es resultante de hechos previos a los cuales no se les da la misma fuerza informativa pero que son tanto o más despreciable que lo ocurrido en las calles de la llamada “ciudad luz”.

La muerte de más de un centenar de inocentes no puede ni debe ser aceptado y mucho menos aplaudido por nadie, bajo ningún pretexto ni razón, pero lo cierto es que detrás hubo razones suficientes para que un pueblo, como el sirio, actuara de una forma irracional, como lo hicieron el viernes.

Habría que revisar lo que a ellos les han hecho en los últimos meses, pues si bien existe un grupo radical de esa nación que lleva años preparándose para enfrentar a las naciones occidentales, vía el terrorismo, y sobre el cual se han dirigido ataques sistemáticos a supuestas posiciones paramilitares, lo real es que también allá ha habido muerte de inocentes, personas caídas, muchas de ellas mujeres y niños que nada tienen que ver con un grupo radical como el autodenominado Ejército Islamita.

Hay que reconocer que fuerzas armadas de occidente también han ido a Siria y de forma vedada han realizado ataques que cobran vidas todos los días, aún antes de los ataques de París del viernes pasado, por lo que naciones como Francia y Rusia que ya sufrieron las consecuencias de sus actos no deben ahora hacerse pasar como inocentes de hechos que ellos mismos provocaron.

No es justificación de modo alguno, pero sí hay que ver las causas y los efectos de cada hecho que se registra en cualquier latitud del mundo, antes de envolvernos en la bandera de la supuesta misericordia y hacer ver que este mundo está dividido en dos grandes bandos: los malos, que hoy son los sirios, y los buenos, como quieren hacerse pasar a los ojos del mundo entero las naciones que primero provocan la ira y luego sufren la violenta reacción.

Nadie puede tener una justificación consciente para lo ocurrido el viernes anterior en París, pero tampoco nadie debe buscar justificaciones inexistentes para ir a otra nación y atacar pueblos enteros con bombardeos o misiles para supuestamente erradicar a un grupo extremista.

Los seres humanos parecemos ser los únicos animales que no aprendemos o no queremos aprender de nuestros mismos errores.

Esto ya lo vivimos antes, lo sufrimos y enfrentamos con Muamar el Gadafi, en Libia, o con Sadam Husein, en Irak, durante la batalla del Golfo Pérsico, y lamentablemente estamos en el umbral de un nuevo conflicto, posiblemente más cruento, pero el cual no nació de la nada, sino es resultado de una agresión previa que animó a otros a este tipo de represalias.

Desgraciadamente la economía global depende en buena medida de una guerra para reactivar la economía que lleva años caída y en riesgo de quiebra para muchas naciones, comenzando curiosamente por las europeas que hoy son las primeras en salir al paso, enfundarse nuevamente en el traje militar y anunciar que irán a “erradicar el terrorismo”.

Se les olvida quizá que el terrorismo ya vive dentro de sus propios territorios, porque ellos mismos provocaron una migración masiva producto de la huida de miles de sirios espantados por los ataques en sus territorios, en un peregrinar que a muchos les costó la vida de sus padres, esposas e hijos, los cuales evidentemente han comenzado a vengar.

Soñó John Lennon con un mundo en paz, cuando en su célebre tema de “Imagina” pidió que hubiera “Nada por lo que matar o morir, ni tampoco religión. Imagina a todo el mundo, viviendo la vida en paz”. Qué lástima que todo quedó en un sueño. ¿O no?

Miercoles 24 de Abril del 2024 7:26 pm